en cuanto no pareciera necesitarlo.
Fabriqué en su mente las grandezas
de un hombre,
que nunca fue y se lo creyó.
Todo: para que él me disfrace de puta
y me humille bajos sus pies.
Había un alma en pena
por las esquinas de esta sala,
no querían callar su color.
Aunque todos quisieran
silenciar lo absurdo,
las mentes evocaban
tiempos de escarlatas.
Esos hombres ya viejos
se veían como niños,
en una esquina
con una fantasiosa mujer.
Siendo un sucio niño en sueños
o a lo mejor
tan sólo un niño.
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