Una noche en descanso interrumpida...
Se hallaban todos mis deseos de subir esa triste montaña;
es así, como ocurre
que en los gritos de un niño
y el dolor intragable,
se hacían insoportables;
el niño sangraba
y sufro, mientras lo cobijaba.
Le cantaba canciones de cuna
que invocaban fantasmas,
ya incólume me miraba,
un parecido encontré
al estremecido sollozo,
ante el abandono...
Entonces entendí que un lazo nos unía:
cada golpe a ese niño me azotaba.
Por el resto de la noche no logré dormir...
Se me hacia imposible entender la injusticia del destino,
una mala suerte de predestinación;
todos seríamos correctos
con buenas vidas:
sin penas, ni agonías.
Pero así somos,
mentirosos erróneos
Ya en la mañana no lograron despertarme,
había caído de la montaña.
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