Ando arto de tus insultos, gritos y golpes. Abuso exagerado de tu poder, supremacía la cual no temo, ya que siendo así no me encararía en todo mal que me parece, aunque me angusties.
Un día soy tu gran benefactor, el fautor de todos tus problemas, pero tu arrogancia me trata como un fútil, y en ves de dar unas simples gracias, me nombras como el gran inútil que soy, el que comete los errores, el ineficaz, inepto e incompetente. Y todo mi absurdo trabajo por ti queda destruido, burda impertinencia que me trago.
Esto no puede ser así, tener que conformarme por como eres, prepararme en tus efímeros momentos de exaltación, disponerme ante tu traición asía mi persona, tragarme el dolor que viene como un puño que desde mi boca hacia el estómago pasa lentamente y ahoga mi pobre corazón, sin dejar entrada al aire ahogando mis pulmones y… ¡.AY! Un alarido mudo suena en mi mente y la esperanza se quiebra cada vez más, veo del modo más pesimista la vida.
Pero todo eso es hasta que me necesites de nuevo y te acerques del modo mas delicado, suave y tierno como suelo verte, y ante mi regazo suplicas ayuda, mi confianza está en creer que seguirás igual, en que cuando un punto no te guste no me vengas a gritármelo a mi como el culpable de todas las fallas de tu vida, persuadido por ti, sigo así en esta supervivencia disparatada, pues tu sigues siendo el mismo narcisista descarado, sin empatía ante el resto, sin miedo de arrebatar la vitalidad de los demás.
Quieres todo para ti, que todo sea en función a ti y eso no es un gran pesar para ti, sino que para mí, victimario fiel.
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